Por Fernando Del Corro (*)

Durante varios siglos se insistió en el «descubrimiento de América» por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492 cuando este continente era conocido desde muy antiguo en el llamado Viejo Mundo y hasta, según parece, había algún tipo de mapamundi que incluía a esta parte del planeta en los mapas guardados en la Biblioteca de Alejandría, quemada para borrar lo allí guardado, hacia 415.
A una mujer cristiana, Theodhild, esposa del vikingo, Erik Thorvaldsson, «El Rojo», se debe la existencia  en Groenlandia, de la primera iglesia de este credo, en el Siglo X, cuyos restos aún existen. Entre los siglos X y XI uno de sus hijos, Leif Eriksson, «El Afortunado», recorrió costas de Canadá y los Estados Unidos de América.
No fueron los vikingos los únicos que llegaron a América previamente a Colón. Poco se conoce de la vuelta al mundo que dieron los chinos 70 años. Se sabe que el almirante Zhou Man, al frente de una flota, entre fines de 1421 y comienzos de 1422 llegó a Cabo Blanco, en la provincia argentina de Río Negro y, probablemente, otros barcos de la expedición hayan pasado por las Islas Malvinas. El gobierno chino conmemoró el 11 de julio de 2015 la memoria del almirante Zheng He, jefe máximo de esa expedición y de otras seis que permitieron a China conocer  la geografía mundial. Indicios señalan que en 1428 ya se había dibujado un mapamundi completo que había llegado de China a Venecia de donde lo llevó a Portugal el hermano de Enrique «El Navegante», luego reconstruido en 1513 por el almirante otomano Piri Reis donde consta América del Sur y que hoy es reproducido en papel moneda turco. El historiador lusitano Antonio Galvao confirmó en 1557 su existencia.
Hubo más. En 1479, el italiano Giovanni Caboto estuvo en costas canadienses enviado por el galés Richard Amerike, de quién seguramente proviene el nombre de América y no de Américo Vespucio. Amerike tenía una flota pesquera, detrás de los cardúmenes de bacalao había llegado a Terranova y contrató a Caboto para que hiciera el «descubrimiento» oficial. La documentación fue encontrada en Inglaterra en 1955 y prueba que Colón, antes de viajar a América recabó en Bristol información. Es posible que la bandera estadounidense esté inspirada en el escudo de armas de Amerike que era muy parecido al de George Washington, olrigen de la actual enseña.
Colón inició una conquista deliberada y se especula con un viaje preparatorio previo al de 1492. Este no fue solventado con las joyas de la reina Isabel I sino por el financista judío Luis de Santángel. La única duda sobre su viabilidad la planteó el obispo Hernando de Talavera acerca de la capacidad de las naves para semejante viaje. Fueron los miles de kilos de oro y los millones de plata de México y el Alto Perú los que habilitaron el intento español de globalización, planteado más tarde por el canciller de Carlos I, Mercurino Arborio di Gattinara, como el oro brasilero facilitó la Revolución Industrial británica en el Siglo XVIII.
Mencionada la casi seguridad de que el nombre de América venga del galés Amerike, hay que señalar que tampoco el origen del término Argentina para nuestro país tuvo como creador a Martín del Barco Centenera, quién lo popularizó con su oda. A comienzos del Siglo XIII, leyenda templaria mediante, el término ya existía. Se dice que los templarios explotaban plata en el Alto Perú cuando tras la muerte de Arthur Pendragon, el «Rey Arturo», de Cornwallis, los «Caballeros de la Mesa Redonda», se dirigieron a estas tierras.
Vale el poema «Oda a Parsifal» del bardo bávaro Wolfram von Schenbach, escrito hacia 1215. «En qué lejana cordillera podrá encontrar a la escondida Piedra de la sabiduría ancestral que mencionan los versos de los veinte ancianos, de la isla Blanca y de la estrella Polar. Sobre la montaña del Sol con su triángulo de luz surge la presencia negra del Bastón Austral, en la Armónica antigua que en el sur está. Sólo Parsifal, el ángel, por los mares irá con los tres caballeros del nímero impar, en la Nave Sagrada y con el Vaso del Santo Grial, por el Atlántico Océano un largo viaje realizará hasta las puertas secretas de un silencioso país que Argentum se llama y siempre será».

(*) Miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego. Afiliado al SITRAPREN.

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